(Abril 17, 2025) Cada año, casi un tercio de todos los alimentos producidos a nivel mundial (alrededor de 1.3 millones de toneladas) se pierde o se desperdicia. Una gran parte de esa pérdida ocurre incluso antes de que los alimentos salgan de la granja, debido a factores como las enfermedades de los cultivos, la infraestructura deficiente y la falta de herramientas de detección temprana. En los países de ingresos bajos y medios, estas pérdidas son las más afectadas, donde los agricultores a menudo carecen de acceso a la tecnología que podría ayudarlos a identificar los problemas de forma temprana y responder a tiempo. No se trata solo de un desperdicio de alimentos, sino de un desperdicio de recursos, tiempo y medios de vida. En Mason, Ohio, una estudiante de secundaria de 17 años llamada Laasya Acharya ha estado trabajando para cambiar esto. Su proyecto, que le valió un lugar entre los 40 finalistas del... Búsqueda de talentos científicos de Regeneron 2025Se centra en la detección temprana de enfermedades en los cultivos mediante un dron equipado con una red neuronal. Es un sistema que ella misma construyó, programó, probó y perfeccionó con datos reales y aportaciones de agricultores e investigadores agrícolas. El dron toma imágenes de los cultivos, las procesa con inteligencia artificial integrada e identifica signos de enfermedades con una precisión cercana al 90 %.

Laasya Acharya
La motivación de Laasya proviene tanto de su pasión por la tecnología como de su creciente preocupación por la inseguridad alimentaria. "Quería crear algo que tuviera un impacto real, especialmente en zonas del mundo donde los agricultores no tienen acceso a herramientas de detección temprana", afirma. Su trabajo se basa no solo en la innovación, sino también en la empatía, una cualidad que atribuye a su temprana exposición a problemas sociales y a su trabajo con la Organización Ceres, que fundó para concienciar sobre la inseguridad alimentaria y promover la educación en ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM).
De los puestos de limonada a la robótica
Mucho antes de las redes neuronales y los drones con IA, Laasya era de esas niñas que perseguían la curiosidad adondequiera que la llevara. Su incursión en la ciencia comenzó a los siete años, cuando vio un anuncio de un kit de robótica LEGO EV3 Mindstorms en una revista. Decidida a conseguirlo, montó un puesto de limonada durante todo el verano para ahorrar. Para cuando empezaron las clases, tenía lo suficiente para comprar el kit.
Encontrando su voz en las ferias de ciencias
A partir de ahí, se lanzó de lleno a la robótica. Construyó una serpiente robótica, un despertador e incluso un perro mecánico para convencer a sus padres de que estaba lista para una mascota de verdad. Cada proyecto profundizó su interés por la programación y despertó su pasión por construir cosas desde cero. Pronto empezó a participar en concursos de ciencias donde su hermana mayor hacía presentaciones. Aunque todavía no competía, Laasya estaba enganchada al revuelo de ideas, la alegría de presentar y la emoción de aprender de otros jóvenes inventores.
Codificación para cultivos y comunidades
Su primera feria de ciencias llegó en quinto grado, y con ella, la comprensión de que no solo le encantaba el aspecto técnico de la innovación, sino también el proceso de explicar sus ideas a los demás. Esa combinación de creación práctica y comunicación la acompañaría. "Hay algo especial en pararse frente a un póster y explicarle a alguien tu trabajo; no se trata solo de la ciencia, se trata de conectar", reflexiona.
Construyendo herramientas que funcionan en el mundo real
A medida que crecía, sus intereses comenzaron a converger en torno a las ciencias ambientales y los sistemas alimentarios. A Laasya le impactó la magnitud del desperdicio de alimentos, especialmente en la agricultura, donde las enfermedades en sus etapas iniciales pasan desapercibidas y las cosechas se pierden incluso antes de llegar al plato. Su curiosidad la llevó a aprender más sobre inteligencia artificial, teledetección y fitopatología. Pronto, estaba construyendo un sistema que los combinaba todos.
Una solución del mundo real, no sólo un proyecto de feria de ciencias
Su proyecto Regeneron es sofisticado y práctico. No buscaba una solución que funcionara solo en teoría o en un laboratorio. Quería algo que los agricultores pudieran usar de verdad. Habló con expertos, recopiló cientos de imágenes y entrenó su modelo para que funcionara en condiciones reales. "Era importante que la tecnología fuera precisa, pero también accesible", afirma. El prototipo final, un dron acoplado a una red neuronal entrenada, está diseñado para funcionar en el campo y proporcionar a los agricultores retroalimentación rápida.
El sistema utiliza una combinación de imágenes aéreas y de corto alcance de los cultivos tomadas por el dron. Estas imágenes se procesan mediante una red neuronal multimodal desarrollada por Laasya, capaz de detectar múltiples tipos de enfermedades vegetales simultáneamente. La IA clasifica los datos visuales en tiempo real, alertando a los agricultores sobre cualquier signo de infección con gran precisión. Su modelo se entrenó con un conjunto de datos recopilado mediante colaboraciones con agricultores locales e instituciones de investigación agrícola, garantizando que refleje la variedad e imprevisibilidad de las condiciones agrícolas reales. No se trata solo de alta tecnología, sino que está diseñado para ser práctico, escalable y asequible para agricultores de todo el mundo.
Parte de una ola más grande: los adolescentes de la diáspora impulsan el cambio
Laasya no está sola en sus esfuerzos. En la diáspora india, un número creciente de adolescentes utiliza la ciencia y la tecnología para abordar los desafíos globales. Desde la IA hasta la conservación del medio ambiente, los adolescentes de origen indio en Estados Unidos, Canadá y otros países están generando titulares con ideas innovadoras y un fuerte sentido de propósito. Participan en ferias científicas globales, lideran campañas comunitarias y lanzan startups incluso antes de graduarse de la secundaria. Muchos de ellos, como Laasya, combinan sus habilidades técnicas con el deseo de servir a las comunidades, ya sea creando herramientas prácticas, impulsando políticas o promoviendo el acceso a la educación. Juntos, representan una nueva generación de creadores de cambios que están convirtiendo su pasión personal en impacto público.
Más allá del laboratorio: la ciencia como servicio
Además de su proyecto, Laasya ha dedicado tiempo a dar clases particulares a otros estudiantes, a ser voluntaria en campamentos científicos y a fortalecer su comunidad mediante la divulgación en las áreas STEM. A través de la Organización Ceres, organiza programas para educar a otros sobre la inseguridad alimentaria y la sostenibilidad, con el objetivo de que la ciencia sea más inclusiva y se base en problemas del mundo real.
Para ella, la ciencia no es solo una materia, sino una herramienta para el cambio. «Como jóvenes científicos, tenemos la oportunidad de forjar el futuro», afirma. «No se trata solo de programar o hacer ingeniería, sino de resolver problemas que afectan a personas reales».
Mirando hacia adelante con propósito
De cara al futuro, Laasya aspira a estudiar ingeniería ambiental y seguir desarrollando soluciones que combinen tecnología y sostenibilidad. Quiere trabajar en problemas que importan: aquellos que conectan datos, clima, alimentación y salud humana. Sueña con ver más innovación surgida de la empatía, más ingeniería adaptada a las necesidades cotidianas.
De vuelta en Ohio, el dron aterriza suavemente mientras Laasya revisa sus datos en una tableta. La granja vuelve a estar en silencio, pero el trabajo continúa. Para Laasya Acharya, la innovación no es algo que ocurre lejos, en laboratorios o salas de juntas. Empieza dondequiera que haya una pregunta que valga la pena plantearse y alguien lo suficientemente curioso como para encontrar una respuesta.
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